30 de enero de 2005
Qué ironía. Lo que había empezado como el sueño
de alguno, se ha convertido en la realidad de otro.
A diferencia de mi compañera de intercambio,
llamada Susa, prácticamente no tuve obstáculos
para estar apunto de emprender una misteriosa
aventura de índole pseudoestudiantil; y si los
tuve han sido por mi propia negligencia, que al
fin y al cabo han encontrado pronta solución.
Parto el 8 de febrero de este año a un continente
que se encuentra del otro lado del Atlántico, de
Europa y de Asia misma. No se hagan bolas, se
trata de Australia. Vivieré los próximos 5 ó 6
meses en lo que el mundo cataloga como la ciudad
con mejor calidad de vida, donde -dicen- la vida
es más fácil que en cualquier otro lugar. Se llama
Melbourne, en la costa sur de La Isla.